Distopía. Apuntes a cerca del último trabajo de Raychel Carrión.

Por Kiko Faxas.

“La manera en que Raychel trabaja tiene algo de ritualístico: el papel está completamente vacío, la composición y el encuadre solo existen en su cabeza, y lejos de plantear primeramente el dibujo (como normalmente haría cualquier artista) Raychel empieza directamente con el claroscuro.

En su técnica hay mucho de procesual: se comienza en el extremo superior izquierdo de la hoja y se va rellenando el espacio, hacia abajo, con pequeños trazos verticales. En dependencia de las luces y las sombras —que de momento solo existen en la mente de Ray— se completa una fina columna con valores de grises; una vez alcanzado el borde inferior se vuelve nuevamente a arriba (justo al espacio en que el lápiz aún no ha dibujado) y se comienza una nueva serie de lineas, lo cual va revelando una trama vertical y paralela. El proceso recuerda un poco la manera en que opera una impresora deskjet.

Lo interesante es que antes de que el lápiz barra verticalmente la superficie, todo blanco es blanco puro: no hay trazos que ayuden a marcar el encaje de las figuras, no hay líneas de fugas auxiliares, nada… la página está prístina. Y sin embargo, una vez concluido el proceso, las relaciones de proporción y perspectiva parecen perfectas. El resultado es casi fotorealista, pero se ha alcanzado en este caso sin el uso de cuadrícula, regla, proyección o cualquier otro artificio propio de este estilo. Para un espectador externo que viera a Raychel Carrión trabajar, su dibujo emerge de la nada, como si fuera la consecuencia de algún extraño conjuro.”

“Las escenas representadas en el trabajo más reciente de Raychel Carrión son las propias de una distopía. Su lenguaje visual es ultra contemporáneo —por ejemplo, podrían confundirse fácilmente con el storyboard de una serie de Netflix sobre cualquier sociedad postapocalíptica—; vibra perfectamente con la visualidad de estos tiempos.

Aun así, hay algo en este universo dantesco que hace recordar al Goya de los grabados: la atmósfera alegórica e inquietante, la violencia, personajes mutilados, sórdidas presencias multidimencionales que sobrevuelan y proyectan su sombra sobre la ciudad; en otras palabras, el escenario del espanto. Es como si Raychel estuviera recontextualizando las series de los Desastres y los Disparates desde la mirada de un cubano del siglo XXI.”

“Los que fuimos testigos de la escena cultural cubana a finales de la primera década de los 2000 e inicios de la siguiente, recordamos a Raychel Carrión como un artista conceptual: principalmente por sus performances y videos, por sus looks y outfits particulares, por fumar tabaco, ser un excelente bailador y un personaje muy carismático dentro del circuito artístico habanero.

Sin embargo —y más allá de los rasgos mencionados—, no menos relevante resulta también su obra en formato bidimensional, la cual revela no solo el dominio técnico brutal del artista, sino también una agudeza muy singular a la hora de representar imaginarios simbólicos extra-ordinarios.

En este sentido, la aparición reciente de sus series Ignominia y Jaws Missing —realizadas a lápiz sobre papel Fabriano— presupone ya una coordenada fundamental dentro de la obra de Ray en estos últimos cinco años (período en que ha perfeccionado su particular estilo de dibujo), y a mi juicio representa también uno de los trabajos más impactantes en el panorama actual de las artes visuales cubanas.”

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